viernes, 16 de julio de 2010

MARINETTA MIA...


- Recientemente he puesto en marcha un nuevo proyecto: el restaurante “Marinetta mia... cucina e vino”. ¿Por qué la restauración? ¿por qué la cocina italiana? ¿por qué Marinetta?

Como creo que las respuestas tienen mucho que ver con el contenido de este blog, ahí van algunas respuestas:

La hostelería es un lugar común donde muchas veces van a parar personas que no han tenido una vocación definida durante su juventud. En este sentido, yo puedo ser el caso. Pero el amor por la buena gastronomía es algo que fui desarrollando desde mi infancia mientras intentaba definir quién era yo. “La vida (lo verdadero) es eso que ocurre mientras uno está ocupado haciendo otras cosas” dijo John Lennon. Yo crecí, fui al colegio, gané y perdí amigos, malgasté mi tiempo tratando de encontrar amor y/o sexo por las discotecas, estudié Derecho, deje la abogacía, fui librero y alguna cosa más. Y mientras tanto, gracias a mi abuela, a mi madre, a algunos buenos restaurantes y también a mí (me aficioné a cocinar pronto), comí siempre bien y descubrí que una mesa donde hay buena comida y buenos vinos, es uno de los mejores lugares donde relacionarse con los demás. Por eso, es verdad que llegué a la hostelería de rebote, pero difruto muchísimo observando la cara de nuestros clientes cuando prueban algunos de nuestros platos. A veces, en mitad de una conversación acalorada, dejan de hablar por unos segundos y miran lo que están comiendo, es muy divertido y gratificante ver que la comida es lo suficientemente buena como para captar la atención (de alguien no atento…)

Cierto que en España tenemos una maravillosa gastronomía, pero pienso que nos hemos dejado degenerar demasiado por otras formas de comer importadas del mundo anglosajón, donde lo único que importa es la rapidez o el precio. La cultura del centro comercial y de los restaurantes de comida rápida que abundan en esos lugares, está mucho más extendida aquí que en Italia o Francia que, con España, son los países con una gastronomía más profunda y extensa de Europa. Lo que más me gusta de los italianos es su culto al producto. En parte por estrategia comercial, en parte por defensa de su tradición, para un italiano un tomate es un tomate. Aquí estamos acostumbrados a comprar malos tomates, naranjas insípidas y patatas sosas en los supermercados porque son más baratos, mientras la buena fruta y verdura del terreno se exporta. Una ensalada caprese es un canto al producto: una buena mozzarella, un buen tomate, un chorro de buen aceite de oliva, unas hojas de albahaca y un poco de sal. Tres colores: blanco, rojo y verde, como en la pizza Margueritta, como en su bandera. En este sentido, para mí, los italianos, en especial los del sur, son los japoneses de Europa: sencillez y buen producto autóctono, nada más...

Como he escrito antes, mi amor por la gastronomía nace de la cocina que se hacía en casa, en especial los sábados y domingos. A mi bisabuela apenas la conocí, se llamaba Marina y dicen que tenía un don para la cocina. Mi abuela se llamaba también Marina. Sabía pocas recetas pero todas tenían encanto. Mi abuelo me las dictaba al oído para que yo le pidiera algunos de sus platos favoritos, ya que a él mi abuela no le hacía caso. A mi madre, también Marina, siempre le gustó cocinar y, al contrario que mi abuela, se atrevía con nuevas recetas, a veces de otras gastronomías. Gracias a ella probé mis primeros platos de gastronomía italiana. También se llama Marina una de mis hijas, ojalá también en el futuro sienta placer comiendo y dando de comer a los demás. Así que “Marinetta” representa para mí el amor por la comida y por algunas de las personas más importantes de mi vida.

“A tavola non si invecchia” (en la mesa no se envejece). Es un dicho popular italiano, para mí totalmente cierto. Cuando estoy sentado en una mesa, vuelvo a escudriñar con la mirada la comida que allí se sirve igual que cuando era un niño. Siento la misma emoción las horas previas a una buena comida que cuando iba a casa de mi abuela sabiendo que iba a comer esto o lo otro. Desde luego, en este sentido, he envejecido poco.